26.10.08

 

A veces diez minutos no son suficientes

En este mundo de prisas, 10 minutos son demasiado para algunos. Así que a veces te cortan en el mejor momento. Es lo que pasa en este corto de Youtube: 10 minutos y no cabe más. Es una pena, porque han cortado lo mejor. Miguel Fernández, el traductor de Federico García Lorca al esperanto, canta el zorongo, de este autor.



Pero no hay problema: si te has quedado con ganas de escucharlo, ahora se puede acceder a la pieza completa (y sin la entrevista anterior, que a mí me parece buena, pero que quizás no a todos interesa). Aquí está, en la página de mi amigo Miguel (también traductor, también excelente literato)


11.10.08

 

Este año nos acordaremos de los Nobel de ciencias

¿Quién se acuerda de los ganadores de los Premios Nobel de ciencia del año pasado, o por qué se los dieron? Yo no, y eso que me intereso por la ciencia y los descubrimientos técnicos mucho más que la media de la población. Se trata de la eterna maldición de la ciencia en la sociedad contemporánea: aunque en teoría se la respeta, la sociedad en general la ve como algo lejano, de lo que sólo se preocupan especialistas, sin auténtica vecindad con las preocupaciones cotidianas.

El ejemplo de los Nobel ya lo aduje en un artículo previo sobre la turbulenta relación entre ciencia y periodismo, recordando la mísera necrológica que apareció en su momento sobre Paul Dirac, en el periódico español entonces más importante. Pero podría multiplicar los ejemplos: un párrafo ocupaba también la necrológica de Henry Kendall, a pesar de que junto a su carrera científica había tenido una amplia proyección social como presidente e impulsor de la Unión de Científicos Comprometidos (Union of Concerned Scientists). Hace unos meses se celebró el centenario del nacimiento de John Bardeen, un genio, una de las únicas cuatro personas que han recibido dos premios Nobel, en su caso por su papel crucial en dos campos importantísimos en la ciencia y la tecnología: la invención del transistor y la teoría de la superconductividad; pues bien, el centenario ha pasado completamente inadvertido.

Si se pregunta incluso a los ciudadanos más cultos sobre personas que hayan recibido un Nobel científico después de 1960, apenas pueden salir los nombres de Watson, Crick o Feynman, o algún ejemplo concreto de un compatriota de quien responde. Y sin embargo, todo el mundo se acuerda de quien ganó el Nobel de la Paz del año pasado, y a la mayoría de personas les suena el nombre de Doris Lessing, incluso aunque no se acuerden de que recibió el de Literatura en el 2007.

Hace unos días escribí un artículo en la revista en esperanto “Libera Folio”, sobre la existencia de una página web en que se podía apostar por los vencedores de este año de los Nobel de la paz y de literatura (sobre el mismo tema en castellano, ver en Soitu) y ya hacía notar allí la ausencia de algo similar para el resto de premios.

Sin embargo, tengo la impresión de que este fenómeno va a cambiar este año. Y ello porque han coincidido diversos factores, que se han acumulado en el caso de los premios del 2008.

El premio de Literatura ha ido a parar a un escritor apenas conocido fuera de Francia, que además no parece especialmente atractivo para los medios de comunicación, pero tampoco para los lectores. Tengo la impresión de que no va a levantar grandes pasiones.

Tampoco el ganador del Premio de la Paz puede presumir de carisma. Aparte de que dudo mucho de sus méritos (a pesar de que ya hace 13 años había recibido el Premio Zamenhof de la Asociación Universal de Esperanto), y en concreto de que su contribución más conocida, la independencia de Kosovo, vaya a llevar la paz a largo plazo a la región, se le ve como un diplomático oscuro, sin reconocimiento popular.

Excepcionalmente, se conoce le mucho más a uno de los vencedores de los premios científicos. Luc Montagnier ya era famoso antes del Nobel, y sus descubrimientos ya eran conocidos del público, tanto del informado como de muchos que no lo son tanto. Sus dos compañeros en el premio de Medicina no eran tan conocidos, pero sus descubrimientos son fácilmente entendibles, recordables y apreciados. Incluso la polémica sobre la no concesión al estadounidense Robert Gallo puede ayudar a que se les recuerde más.

Por lo que respecta a los premios de Física y Química, no estoy tan seguro de que se recuerden sus nombres. Pero muchos de nosotros recordaremos las fotos de tres viejecitos japoneses, con caras de genios simpáticos, que se ocuparon de teorías que se van a comprobar pronto en el Gran Colisionador de Hadrones. Y también nos acordaremos durante mucho tiempo de las fotos de animales brillando con color verde, gracias a una proteína útil y a la vez espectacular.

En fin, que por una vez me alegro de que el esperanto no se llevase el Premio Nobel de la Paz al que estaba nominado. Si lo hubiera recibido, les habríamos robado toda la atención a los científicos.