28.9.08

 

Dos Jaumes

Termina hoy la exposición que durante este mes de septiembre ha organizado el ayuntamiento de Sabadell sobre uno de los esperantistas más importantes del pasado siglo en Cataluña, Jaume Viladoms i Valls.

Viladoms es una figura digna de ser recordada en muchos aspectos. De origen obrero, su gran pasión por aprender le llevó a adquirir una enorme cultura en muchos campos, entre los cuales sus tres grandes pasiones fueron la música, las matemáticas y el esperanto, que aprendió con nueve o diez años, y en el que desde tan temprana edad mantenía correspondencia con personas de numerosos países.

Es destacable además su actividad social y política. Fue militante del POUM durante la República y la guerra civil. En los años 60 y 70 fue impulsor, con su amigo el también esperantista Ramon Fernández Jurado, de algunos de los grupos que terminarían formando el Partit dels Socialistes de Catalunya. Su actividad política se desarrolló también en el seno del movimiento esperantista. Fue miembro de la Asociación Anacional Mundial (SAT), cuya revista le acaba de dedicar un homenaje en su último número, mediante la inclusión de una entrevista que en su momento le hizo otro veterano compañero, Vicente Hernández Llusera. También participó en diversos grupos esperantistas obreros ibéricos. Y fue delegado en su ciudad de la Asociación Universal de Esperanto, cargo del que dimitió en 1968, cuando el general Franco fue nombrado Alto Protector del Congreso Universal de Esperanto que tuvo lugar ese año en Madrid.

Su pasión por aprender fue paralela a su pasión por enseñar. Fundó diversas iniciativas, y enseñó donde pudo, hasta en la cárcel. El fruto más duradero fue la Escuela “Delta”, ahora “Escola Jaume Viladoms”, que colabora en el homenaje, incluido el acto público que tuvo lugar el pasado mes de abril, y cuyo díptico de presentación (en catalán) incluye un apartado sobre la actividad esperantista de Viladoms.

Un altre aspecte de la vessant pedagògica de Jaume Viladoms era la seva passió per l’esperanto. Des de molt jovenet ja mantenia correspondència amb esperantistes de l’Europa de l’Est, sent reconegut com a un dels esperantistes més joves del món. També el franquisme, a més del català, va prohibir l’esperanto, però Viladoms tenia el propòsit de que mitjançant el socialisme, l’esperanto i les matemàtiques, els seus alumnes trobessin la veritable llibertat.

Amb la seva vinculació amb esperantistes de diferents llocs del món, amb les entitats formades a difondre l’esperanto i amb les seves apassionades classes, Viladoms va contribuir a que la nostra ciutat fos un referent esperantista al món.

Sobre este aspecto también se puede ver el vídeo que incluyo a continuación (aclaro, original y subtítulos en esperanto y catalán):

Quiero aprovechar la mención a Jaume Viladoms, para recordar a otro tocayo suyo, Jaume Grau Casas. También catalán y también esperantista, es muy recordado en este último ámbito por su actividad literaria. Escribió bastante poesía original, pero sobre tradujo mucho al esperanto, y también del esperanto, mediante lo cual llevó a cabo una destacada labor de puente cultural.

Fue el principal redactor de la “Kataluna Antologio”, una colección de piezas de la literatura en lengua catalana traducidas al esperanto, que alcanzó gran prestigio en su tiempo. Tras tener que exiliarse regresó a España, donde continuó la redacción de una “Hispana Antologio”, que quedó inédita, y de la que no hemos vuelto a tener noticias.

Hace unos meses me encontré un blog dedicado a él, escrito por uno de sus nietos. Puedes ver ahí textos suyos y sobre él, en las tres lenguas. Y también aquí, en mi web, puedes leer dos de sus traducciones: “Cómo escribir un soneto”, de Lope de Vega, y “A un ruiseñor”, de José de Espronceda.

Y es que, como dije hace algún tiempo, la historia del esperanto en Cataluña está llena de gente fascinante. De las que les creen que no todo está hecho, y que el mundo lo hacemos entre todos, con la cultura, el aprendizaje y la acción social.


18.9.08

 

Esa imposible ortografía inglesa

En la última semana ha habido cierta polémica en los medios anglófonos, por la propuesta del presidente de la “Spelling Society”, abogando por una relajación y simplificación de las normas de la ortografía inglesa. No se trata de una propuesta arbitraria. Y tampoco esta vez es un extranjero, lo que sería lógico, ya que creo que todos estamos de acuerdo en que esa ortografía es un carajal. John Wells es un lingüista muy prestigioso, uno de los mayores especialistas mundiales en fonética. Por cierto, también es el presidente actual de la Academia de Esperanto.

En el blog de mi amigo Harri, se pueden ver enlaces a varios medios que recogieron la noticia, y la polémica ardiente que allí se montó. Por cierto, que he deducido que la ortografía inglesa no se cambiará nunca: por los insultos dirigidos al buen Wells se puede ver lo sensible que es este tema. Podría parecer algo sin importancia, pero las discusiones ortográficas son altamente pasionales, como en su momento se vio en las propuestas de García Márquez, y los más recientes conflictos sobre las reformas del alemán o el portugués. Hay aquí un buen artículo (en esperanto) de mi amigo Ken Miner, que hace referencia a esta circunstancia, y que explica por qué una reforma en profundidad de la ortografía inglesa no es posible ni conveniente.

John Wells matizó algo luego sus afirmaciones, como puede verse en su blog, muy interesante para los que se interesan por esos temas (buscar a la mitad de la página)

Ahora acabo de encontrarme una curiosa consecuencia de la citada irregularidad de la escritura inglesa, que me ha llamado mucho la atención. El anterior consejero principal del gobierno británico sobre ciencia, Sir David King, no sabe pronunciar la palabra hadron (hadrón). En español, quizás no mucha gente sabe lo que es un hadrón, pero todo el mundo sabe como se pronuncia.

Por cierto, el artículo es una discusión sobre la popularización de la lengua, en la que interviene un físico y antiguo roquero, Brian Cox, que al parecer se ha hecho bastante famoso (a lo que se ve, merecidamente) como divulgador científico en el Reino Unido. Dado mi comentario en un artículo anterior sobre las dificultades para llevar a cabo esa tarea, me alegro de que al menos en ese país alguien pueda explicar con convinción y habilidad lo que es el Gran Colisionador de Hadrones.

Termino con un chiste. El blog de John Wells, que antes enlazaba, contiene entre sus últimas entradas un comentario sobre un juego de palabras multilingüe. Se trata de un anuncio de una tarjeta de crédito, con el eslogan: “No Juan likes coins”, que aprovecha la semejanza, que Wells explica muy bien, entre las pronunciaciones de la palabra inglesa “one” y el nombre Juan. Y me he acordado del chiste:

- ¿Cómo se dice "uno" en inglés?
- "One"
- ¡Anda, como mi primo!

A pesar de lo que dije hace unos días en mi texto sobre los falsos amigos, está claro que estos dobles sentidos no son exclusivos del esperanto.


16.9.08

 

Argumentar en favor del esperanto

El esperanto tiene un evidente problema de imagen. Una parte muy importante de la población tiene la idea de que los idiomas son entes naturales, creados mediante evolución espontánea, y no se les ha ocurrido pensar en la gran importancia que tiene la planificación lingüística, consciente o no. Por tanto, un idioma construido les parece, ya a priori, algo absurdo. Por otra parte, tienen la idea preconcebida de que los esperantistas son una secta de fanáticos defensores de una idea que va a conducir a la paz universal, y que no merece la pena argumentar con ellos, como no se discute con los testigos de Jehová. Eso, cuando no piensan que se trata de una iniciativa muerta de la que no quedan partidarios.

Por tanto, muchas personas pueden permitirse el lujo de manifestar abiertamente un prejuicio sobre el esperanto, sin necesidad de argumentarlo, y sin que les ataque un sentimiento íntimo de que pueden expresar una barbaridad u ofender a unas personas. No me refiero, claro está, a quien muestra reservas sobre las posibilidades de futuro de un idioma construido, basadas en un análisis o una convicción, que, por supuesto, tiene todo el derecho de manifestar. No, hablo de las manifestaciones despectivas que a menudo nos encontramos, desde columnistas de diarios, pasando por blogueros hasta jefes de estado.

En tales casos, la argumentación a favor del esperanto se encuentra con una dificultad, que se asemeja a un juego imposible de ganar (lo que los ingleses creo que llaman “no-win game”). Si no se responde, se da por bueno el comentario. Si se contesta y se desmonta el prejuicio, el partidario del esperanto puede pasar por uno de esos sectarios a los que hacía referencia, que se ofende cuando se toca su amada afición, de manera que termina reforzándose el mito.

Se atribuye a Einstein la frase de que es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Y sin embargo, como ya he expresado en dos entradas propias en este blog, el esperanto es una lengua muy normal y los esperantistas una comunidad muy plural.

Es, por tanto, descorazonador estar siempre combatiendo prejuicios. Pero debo confesar que, además, es difícil discutir sobre el esperanto, incluso cuando los argumentos contrarios son razonables. Me refiero a dos tipos habituales de críticas: los que hacen referencia a las posibilidades de uso de la lengua, basados en sus características propias o en el número de hablantes.

Lógica frente a realidad

Los argumentos que hacen referencia al funcionamiento del esperanto suelen ser refutables simplemente con la realidad. Es decir, no es infrecuente que se haga referencia a que determinado uso del esperanto no es posible. Por ejemplo, es muy habitual dudar de que un idioma artificial pueda ser expresivo, o sea vehículo de relaciones personales, o permita los chistes, o permita traducir adecuadamente obras literarias con todos los matices de una lengua internacional, o evolucione como el resto de idiomas.

En este caso, a mí (será que soy de ciencias) me resulta inimaginable que a una lengua con más de 100 años se le apliquen parámetros de lógica, cuando se puede recurrir a la experiencia. Y todos estos años, y la experiencia cotidiana, demuestran que ninguno de estos argumentos resiste la prueba de confrontarles con la realidad. El esperanto ha servido de intermediario para la creación de parejas, de forma que incluso existen hablantes nativos de esperanto. El esperanto permite el humor y los juegos de palabras. Hay multitud de libros traducidos con gran calidad y riqueza de matices al esperanto (yo he leído Hamlet en español y esperanto, y me quedo sin duda con la traducción del Dr. Zamenhof). Y el esperanto evoluciona bastante espontáneamente, sin que la Academia de Esperanto tenga una influencia superior a la Española.

No hay nada que no se pueda hacer en esperanto. Me gusta contar la anécdota de un debate de hace muchos años, en que un filólogo dijo que en esperanto no se podía traducir a Esopo en verso, por la especial característica de esta lengua de que las palabras de la misma categoría gramatical tienen la misma terminación, y normalmente se riman sustantivos con sustantivos, o verbos con verbos. Poco después, uno de los principales poetas en esperanto, Kálmán Kalocsay, tradujo una fábula, en la que todas las rimas se construyeron con palabras con distinta categoría gramatical. No se pueden aplicar ideas de “la lógica dice...” o “un idioma construido no puede...” El esperanto ha desmontado todo este tipo de prejuicios.

Ello conduce al segundo tipo de argumento al que hacía referencia: que aunque se podría hacer todo en esperanto, muchas actividades no se pueden llevar a cabo en la práctica, debido a que el número de hablantes es pequeño. Este es un argumento correcto, ya que una base pequeña de hablantes limita muchas posibilidades. Hoy por hoy no hay un buen libro en esperanto sobre, digamos, Termodinámica, o historia de Sumeria. Podrían escribirse, no me cabe duda, como hay libros de Óptica o artículos sobre la Bactriana, pero la baja base del mercado hace que hasta el momento no resulten rentables. Con más hablantes se podrían editar más libros, desarrollar más el lenguaje especializado, profesionalizar más el uso. El problema con este argumento es que se suele dirigir a las personas equivocadas. ¡Se nos echa en cara que debería haber más hablantes de esperanto a los que ya lo hablamos!

El número de hablantes de esperanto es un factor ciertamente limitante. Para que el idioma se desarrolle más, debería llegarse a una masa crítica, de la que todavía estamos lejos. Pero a mí me gusta tomarlo por la parte optimista. No hemos alcanzado este valor crítico, pero sí mantenemos un número de hablantes suficiente para que permitir la renovación y la supervivencia del idioma. No es poca hazaña, para una lengua dispersa y que no posee Consejos, Alianzas ni Institutos que la promocionen.

En este sentido, tampoco tienen sentido frases que nos encontramos a menudo, del estilo de “Los esperantistas deberíais dar a conocer más vuestra lengua”. Aparte de que, cuando lo hacemos, hay quien, como antes decía, nos trata de sectarios, sólo hay una respuesta posible: “Anímate tú, que nosotros hacemos lo que podemos...”


9.9.08

 

Falsos amigos

Ya traté hace unas semanas el tema de las malas traducciones, principales de textos científicos. Allí mencioné un par de falsos amigos, Me refiero, claro está a esas palabras que suenan muy parecidas en dos idiomas, pero que tienen significados muy distintos y que tantas veces dan lugar a malos entendidos. Tenía previsto tratar alguna vez este asunto con más detalle, ya que es algo que me fascina desde una mala traducción que hice de jovencillo.

Pero se me ha adelantado mi amigo Eduardo, que ha hecho una recopilación en su web. Aunque el texto de introducción está en esperanto, se entienden bien los ejemplos que comenta. Por ejemplo, burro, que en italiano es mantequilla, o salir, que en francés es ensuciar. O el famoso constipated, que en inglés significa estreñido, lo cual ha dado lugar a alguna famosa situación embarazosa.

Varios ejemplos están relacionados con el esperanto. Como kulo, que significa mosquito, o puto, que es pozo. O farti, que se usa para hablar sobre la salud, y que ocasiona que los ingleses a veces sean reticentes a utilizar la típica pregunta cuando te presentan a alguien en esperanto, Kiel vi fartas? (¿cómo estás?), por su parecido con el verbo inglés to fart. Algún otro ejemplo lo mencioné en mi texto sobre el esperanto y el humor.

Pero en los comentarios al artículo de Eduardo me encuentro el ejemplo más hilarante: al parecer, un brasileño que estaba aprendiendo esperanto y quiso decir a un grupo “Poneros (fique) aquí y haced una fila”, dijo “Fiku ĉi tie kaj faru filon!”. Es decir, “Follad aquí y haced un hijo”.

¡Eso sí que es un falso amigo!


4.9.08

 

Un libro de un periodista, que los periodistas ignoran

¿Por qué los medios de comunicación están boicoteando el libro de un periodista?

Hace ya varios meses que se editó la obra “La razón estrangulada”, de Carlos Elías. El libro es riguroso, el autor es un periodista reconocido, actualmente es profesor en la Universidad Carlos III, y la editorial (“Debate”) es prestigiosa. ¿Por qué apenas he encontrado una entrevista con el autor en “Público” y dos breves reseñas en otro par de medios?

La razón es que Elías analiza el declive actual de la ciencia, o para ser más precisos, de la imagen social de la ciencia, y lo achaca sobre todo a la influencia de los medios de comunicación. La prensa, pero principalmente los medios audiovisuales, transmiten una imagen completamente distorsionada de la investigación científica, del carácter de los científicos, de la importancia relativa de los nuevos descubrimientos. No se trata de la presentación de los periodistas dedicados a la información científica o tecnológica en los periódicos, que suelen encontrarse entre los más rigurosos en todo el periódico (a pesar de que puedan cometer numerosos errores, por la naturaleza de la información que manejan). Tampoco se trata de un problema de la información científica concreta.

Se trata sobre todo de algo más sutil: los medios no saben distinguir entre teorías y resultados experimentales, no conocen nociones como incertidumbre de medida, revisión por pares, comprobación o falsabilidad. Y en parte por una razón muy comprensible: ellos tienen otra prioridad y otra manera de trabajo, cuya interacción con la ciencia es difícil. A veces yo comparo la divulgación científica con la justicia militar o el consumo responsable: son un oxímoron necesario.

Estamos en el mundo de la imagen, la información rápida, el dato pasajero, lugares donde la ciencia no puede progresar socialmente. Puede hacerlo en su gueto, claro está, y nadie puede negar que allí se desenvuelve bien, obtiene buenos resultados, ha creado una sociedad peculiar, donde cada individuo dispone del prestigio que le da su trabajo, su esfuerzo o su genio (o su habilidad para la autopromoción). Pero es en la comunicación exterior donde todo falla. En la sociedad general ni se entiende ni se aprecia intelectualmente el resultado. No digo que no se aprecie en la teoría, porque es cierto que cualquier opinión que se vista de científica se considera mejor en el debate público. Pero luego el medio de comunicación o el ciudadano se guiarán en realidad por pseudociencias, explicaciones paranormales, dictados religiosos, en lugar de por datos científicos u opiniones bien fundadas. Y – esta es una conclusión mía, no del autor – ello es peor para la sociedad que para la ciencia, porque los resultados para esta sociedad puede ser mucho más graves de lo que se supone.

Estoy tan de acuerdo con casi todo lo que dice, que me atrevo a decir que es el libro que yo habría querido escribir desde hace tiempo, pero no hubiera podido. Carlos Elías puede, porque conoce los dos lados de la barrera: es químico y periodista. Ejerció como químico, publicó y dio clases en un instituto, y luego se pasó al periodismo, donde ha ejercido como responsable de la información científica en “El Mundo”, y luego como profesor en la Facultad de Periodismo de la Universidad Carlos III. Escribe claro y fluido, como un periodista, da referencias precisas, como un académico, y establece hipótesis y busca pruebas, como un científico.

No sólo estoy de acuerdo con lo que plantea Elías, sino que, es más, él desarrolla temas que yo mismo había pensado más de una vez. Él lo hace con más claridad, y con datos. Como ejemplo, me voy a permitir añadir unas consideraciones a tres de los temas que él comenta.

1. La visión de las ciencias en la cultura popular

Decía antes que las personas de letras no deberían sentirse atacadas. Y añado ahora que esto es así especialmente en el caso de los periodistas. Se ve en el libro un aprecio por su labor, complementado con un lamento por el hecho de que en su formación esté completamente ausente la ciencia. Aunque sea como ejemplo, creo que si los estudiantes de periodismo estudiasen un poco de matemática o de física sabrían como traducir los números cuando reciben un despacho de una agencia anglosajona.

Pero es en el caso de la ficción donde el problema es más evidente y más agudo. Para nadie es un descubrimiento el hacer notar que cuando en una película o serie de televisión aparece un científico o un matemático, casi siempre es un excéntrico, está loco o es un malvado. Elías lo ilustra con numerosos ejemplos y apunta acertadamente que incluso cuando el autor quiere que no aparezca con características negativas, se puede concluir que es aburrido y no tiene vida privada. En una serie de periodistas, todo el mundo se lía con todo el mundo. En una de científicos, sólo se dedican a ver quién es el asesino. No es el mejor incentivo cuando un estudiante se plantea qué carrera estudiar.

Voy a hacer una pequeña prueba para ver si ese estereotipo de científico serio y aburrido es más fuerte que la realidad. Dentro de un par de meses se estrenará la nueva versión de la película “The Day the Earth Stood Still”, con Keanu Reeves y Jennifer Connelly. Contaba el astrónomo Seth Shostak, que ha actuado como asesor científico, que, cuando revisó el guion, en el momento cumbre en que descubren que un objeto se dirige a la Tierra, el texto original representaba a los científicos dando inmediatamente datos fríos y estableciendo hipótesis. Según su experiencia, un científico diría en la realidad algo así como “Mira, ese pedrusco viene directo pa’cá”, y sugirió que humanizaran el diálogo. ¿Le habrán hecho caso los guionistas o habrá triunfado el estereotipo?

2. Necrológicas como indicador de importancia cultural

Se dice a veces que la longitud, la posición y la calidad de un artículo necrológico en un periódico es un buen indicador de la importancia que el medio da al personaje. Elías menciona este hecho en su libro y considera algún ejemplo.

Yo lo tenía claro desde octubre de 1984. El día 21 de ese mes falleció François Truffaut. Las personas de mediana edad saben perfectamente quién fue: uno de los más carismáticos directores de cine franceses, uno de los teorizadores y principales representantes de la Nouvelle Vague.

Al día siguiente “El País” le dedicaba parte de la portada, y tres artículos amplios, que ocupaban, creo recordar, tres páginas. El día posterior todavía se le dedicaban tres artículos más.

El día anterior, 20, había fallecido Paul Dirac. Quizás, y eso sería la mejor prueba de lo que estoy diciendo, muchos no conozcan quién fue Dirac. Se trata de uno de los físicos más brillantes de toda la historia. Su contribución más conocida, y no la única, la que debería haber hecho que toda persona culta conociera su nombre, es que fue la persona que inventó la antimateria. Y digo “inventar” porque no se trató de un descubrimiento de laboratorio. Descubrió su existencia a partir de la elaboración de un modelo teórico, cuando se dio cuenta de que su teoría funcionaba también para partículas que tuvieran algunas características cambiadas frente a las conocidas. Su golpe de genialidad, simplificando un poco, fue pensar qué pasaría si se tomase el valor negativo al hacer la raíz cuadrada. Sólo unos años después se descubrieron las partículas. No se puede realzar lo suficiente el descubrimiento de Dirac. Incluso en la cultura popular, cuánto juego ha dado la antimateria. Pero es que tecnológicamente, en medicina y muchos otros campos la antimateria se emplea ya de forma cotidiana.

Y ese es sólo uno de los méritos de Dirac. Se cuentan cientos de anécdotas sobre su brillantez. No hay más que decir que aún hoy es la segunda persona más joven en haber recibido el Premio Nobel, a los 31 años. Pero es que además se puede decir que era un artista, cuyo arte eran las matemáticas: es característica su frase de que lo más importante de una teoría científica es que sea bella.

Pues bien, como decía, Paul Dirac falleció el 20 de octubre de 1984. La noticia el “El País” apareció el día 24, y se limitaba a un párrafo. Es verdad que dos semanas después aparecía un segundo artículo, bastante soso, por cierto.

Pero la desproporción es tan colosal, que incluso una carta al director de un lector lo hacía notar unos días después.

No voy a despreciar la contribución cultural de Truffaut. Yo mismo recuerdo varias de sus películas, aunque me da la impresión de que ya ha pasado su tiempo, y que las nuevas generaciones no le conocen; sus filmes se emiten en horas o lugares de cinéfilos. Sin embargo, la ecuación de Dirac se recordará dentro de muchos, muchos años, incluso cuando la gente no recuerde ni lo que era el cine, y mucho menos el cine francés de los 70.

3. El factor fama

Hay otro punto que Elías menciona, y sobre el que yo también había reflexionado. Se trata de la razón por la que tantos estudiantes deciden estudiar periodismo, en vez de, por ejemplo, carreras de ciencias.

Hay una razón evidente: la mayor facilidad de los estudios. Elías lo describe en uno de los apartados más duros de su libro, cuando cuantifica la diferencia entre el esfuerzo que le llevó terminar sus dos carreras: Química es 23 veces más difícil que Periodismo, considerando no sólo las horas de estudio, de prácticas, el esfuerzo durante las clases y las notas obtenidas. Digo que es duro, porque cuando uno echa la vista atrás, y ve el trabajo dedicado, para que al final el diploma valga lo mismo, uno se plantea qué aconsejar a los estudiantes actuales.

Pero hay un segundo factor más interesante, que explica por qué también los alumnos brillantes eligen Periodismo. Se trata del factor fama, que ya hace unos cuantos años contaron Mercedes Odina (también periodista) y Gabriel Halevi. Ser famoso conlleva un importante conjunto de ventajas, no sólo materiales, y trabajar en un medio de comunicación es una buena forma de llegar a serlo.

Una de las ventajas, por poner un ejemplo llamativo, es encontrar pareja poderosa. En Francia hay varios casos de líderes políticos emparejados o con relación cercana a periodistas (Hollande, Kouchner, Strauss-Kahn, Borloo, incluso, según se decía, Sarkozy). En España se conoce el caso de Rodrigo Rato. Y, sobre todo, España es el mejor ejemplo de cómo una periodista puede encontrar su príncipe azul, en sentido literal.

Recuerdo haberme preguntado cómo aumentaría la matrícula en periodismo tras el compromiso de los príncipes españoles, y ahora Carlos Elías da unos datos que incluso a mí me han sorprendido. Es lo que él llama el efecto Letizia.

Letras y ciencias

El libro puede dar la impresión, y así ha sido interpretado en algunos de los pocos blogs que lo han comentado, como una escaramuza más de la eterna guerra entre letras y ciencias. No lo creo así.

Elías no critica a las disciplinas de letras en general. De hecho, menciona en un par de ocasiones a la filología o la historia, como dos disciplinas en las que se pueden alcanzar resultados rigurosos. Cito estas dos porque son dos temas que a mí particularmente me resultan interesantes (creo que les ocurre a muchas más personas de ciencias), y he tenido ocasión de encontrarme numerosos artículos y libros cuyo nivel es irreprochable. La metodología puede ser distinta de la que se usa en física, pero cuando se ve que el autor se ha pasado tanto tiempo en el archivo o en campo como un químico en los laboratorios, nadie va a negar el valor de las conclusiones.

En cualquier caso, insisto en que las personas de letras no deberían tomar este libro como un ataque a su disciplina. De hecho, todos los que lamentamos la batalla de las dos culturas es porque pensamos ¡que no hay dos culturas! Yo mismo que, como se habrá adivinado ya a estas alturas, he estudiado ciencias, bromeo a veces en que soy de letras.

El problema lo tiene Elías, lo tengo yo, y lo tienen casi todas las personas inclinadas a las ciencias, con esas disciplinas donde uno nunca tiene claro si le están dando gato por liebre. Psicología, pedagogía, crítica, alguna corriente de la filosofía moderna. En este sentido, el asunto Sokal ha sido un punto de inflexión. Lo importante no es que Sokal haya acrecentado la desconfianza de los científicos hacia esas corrientes, sino, sobre todo, les ha dado el valor para criticarlas abiertamente.

En este tema, por cierto, se encuentra mi principal discrepancia con Elías. Él critica a varios filósofos de la ciencia, partidarios del relativismo filosófico. Yo no soy experto en este tema, pero tengo la sospecha de que malinterpreta a Popper. A Popper se le puede criticar y yo mismo lo he hecho en otra entrada, pero creo que es erróneo incluirle en el mismo saco que Kuhn o Feyerabend.

Por otra parte, Elías no se priva en criticar a los propios científicos de gran parte de los males por él mencionados. Su crítica al la dictadura de “Nature” y “Science” han sido una revelación para mí, y merece su propio comentario. Y el desinterés de los científicos españoles por la divulgación es algo que también yo considero desgraciado.

Conclusión

Para terminar, diré que yo soy más optimista que el autor. Creo que hay un importante interés por la ciencia en la sociedad, mucho más del que reflejan los medios de comunicación. Si uno se acerca a una Feria de la Ciencia, se ve que se llena. Los museos de ciencias suelen estar muy concurridos. Yo he visto atascos un sábado por la mañana en la Ciudad Universitaria de Madrid cuando se ha convocado un Concurso de Matemáticas para jóvenes.

Pero a la vez el optimismo se desvanece cuando uno ve que la cola más grande en la Feria del Libro se encuentra en la caseta de Íker Jiménez, o que los libros de Punset se consideran científicos. Es como si hubiese dos sociedades aparte, que no se comunican entre sí. Y que los medios se vuelcan sólo en una de ellas.

Si ello continúa así, vamos a tener unos cuantos problemas. Por un lado, si continúa disminuyendo de esta manera el número de estudiantes de ciencias, este país va a seguir teniendo un serio problema de desarrollo tecnológico. Pero también, si sigue sin entenderse la naturaleza de la ciencia, la sociedad va a ser incapaz de controlar el desarrollo científico cuando éste no responda a necesidades sociales evidentes: por poner un ejemplo, se puede (se debe) poner pegas a la energía nuclear o a los organismos modificados genéticamente, pero hay que conocer antes los verdaderos pros y contras de ambas tecnologías, y no fiarse de meras intuiciones o eslóganes.

Y, finalmente, si continúa esta ignorancia, una importante parte de la sociedad se está perdiendo una fuente de placer y conocimiento fundamental.

En definitiva, recomiendo encarecidamente el libro. Se lee muy bien, y el tema que trata es de la mayor importancia para la sociedad. No se merece el vacío que se le está haciendo.

Versión (reducida) en esperanto