15.4.05

 

No se puede luchar contra Camila

Durante el pasado fin de semana tuvo lugar en Madrid, en la Casa de Campo, la feria de las lenguas Expolingua. Junto a las lujosas casetas de aquellos lenguajes que cuentan con gobiernos que los apoyan, o de grandes empresas que demuestran que los idiomas son también un negocio floreciente, llamó la atención la presencia un puesto de voluntarios, que creen que tienen una solución mejor para el gran objetivo de la comunicación entre las personas por encima de barreras nacionales o lingüísticas: los hablantes de esperanto.

Para los que opinamos que el esperanto es una lengua consolidada y que funciona, y que comprobamos que se utiliza cotidianamente por una comunidad viva y extensa (aunque menor de lo que nos gustaría), resulta una experiencia muy curiosa estar allí y ver cómo reaccionan las personas ante la presencia de nuestro idioma, de nuestros libros, de la música en esperanto y de otro material que estaba expuesto. Es curioso encontrarse aún muchísima gente, joven sobre todo, que no sabe de qué le están hablando (¿en qué país viven?, ¿qué leen o ven en la tele?). Otros a los que les suena, pero que creían que era un experimento que nunca llegó a funcionar. Más todavía que creían que había desaparecido (“mi abuelo lo hablaba”, “una tía mía...”), y a los que les hace ilusión saber que no, que pasó por momentos bajos pero que siempre ha estado ahí. Los que empezaron una vez pero no pudieron continuar practicándolo (“tengo que ponerme a ello, ahora que tengo más tiempo...”), lo que demuestra el dicho de que el esperanto es el idioma más fácil de olvidar del mundo, si te crees que con un curso ya vale. En fin, los que siempre habían pensado en acercarse a él, y ahora encuentran la oportunidad y el ánimo para empezar a ello. Queda cada vez más claro que el esperanto necesita estar accesible y visible, y que, aunque las dificultades de difusión son muchas, es necesario el acercamiento a las muchísimas personas que desean la comunicación internacional, y que saben que las soluciones que ofrecen otras lenguas ni son completas ni salen gratis.

Las dificultades de información con que encuentra una propuesta como el esperanto las ilustra una anécdota que hace referencia a los medios de comunicación, y que no me resisto a contar. Durante el viernes tres cadenas de televisión se acercaron por el puesto, y prepararon reportajes sobre la presencia pública del idioma. Una de ellas tenía prevista la emisión para el mismo viernes por la noche, y las otras dos para el sábado por la tarde. La del viernes fue emitida (por la emisora local Onda 6, de forma muy profesional, todo hay que decirlo). Pero las del sábado... ¡ay!, se casaban Carlos y Camilla. ¿Quién puede luchar contra Camila? Habrá que esperar para otra ocasión, al fin y al cabo, ¿a quién le importan las actividades culturales y de comunicación, cuando hay otras cosas más importantes?

No importa. En el fondo cada vez estoy más convencido de que los medios de comunicación raramente hablan de temas que de verdad le interese a la gente. (Sin ir más lejos, ¿no piensan que el desproporcionado tratamiento de la muerte del Papa no tiene nada que ver con la respuesta popular al asunto?: ni concentraciones, ni manifestaciones de duelo popular; mucha bandera a media asta y ni un solo crespón negro en los balcones; mucha tertulia en la radio y apenas conversaciones en el café; mucha delegación oficial en Roma, y un par de aviones extras. En los medios y en la política, si es que hay diferencia entre ambos conceptos, unos querían hacer méritos y otros se acobardaron, pero entre el resto, indiferencia absoluta).

En esperanto
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