17.5.05

 

La lengua peligrosa

Como nos recuerdan en Esperantoland, hace ahora 70 años, el 17 de mayo de 1935, el entonces ministro alemán de ciencia, educación y cultura popular, Bernhard Rust, prohibió la enseñanza del esperanto en los centros de enseñanza de la Alemania nazi. Como explicación, en el decreto se mencionaba que la utilización del idioma internacional contribuiría a la "debilitación de los valores esenciales del carácter nacional". De esta forma, la represión del esperanto, que ya había comenzado al principio de la llegada al poder de los nazis en 1933, recibió un mayor impulso oficial.

Gran parte de la enseñanza en las escuelas había cesado ya antes del decreto, al igual que los cursos en la radio. El cese de la enseñanza escolar, que se había desarrollado durante los años 20 en más de cien colegios alemanas, y la imposibilidad de realizar un trabajo organizado golpearon terriblemente al movimiento esperantista, lo que se notó durante varias décadas.

Entre marzo y diciembre de 1933 se había producido la represión del movimiento obrero esperantista, muy fuerte en Alemania. La Asociación Alemana de Trabajadores Esperantistas vio la confiscación policial de sus bienes, la Asociación Socialista Esperantista decidió disolverse, se confiscaron las posesiones de la editorial proletaria EKRELO y se prohibió la actuación de la Asociación Mundial Anacionalista (SAT) en Alemania. Muchos de los activistas del movimiento obrero esperantista fueron encarcelados y algunos fallecieron.

La Asociación Alemana de Esperanto fue obligada por un decreto de Heinrich Himmler, de junio de 1935, a disolverse antes del 15 de julio de 1936 para evitar su desaparición directa por parte de las autoridades oficiales. De esta forma desapareció toda actividad esperantista organizada en Alemania.

Hay que recordar que el odio de los nazis a la lengua internacional venía de lejos y no se había escondido: en 1925, en Mein Kampf, Adolf Hitler había declarado que "desde el momento en que los judíos no se habían convertido en amos de los demás pueblos, habían de hablar, quisieran o no, la lengua de éstos; pero en el momento en que éstos se conviertan en sus siervos, deberá todo el mundo hablar una lengua universal (por ejemplo, el esperanto), y de este modo los judíos podrán gobernarles más fácilmente".

De hecho, numerosos judíos esperantistas fallecieron en los campos de concentración, entre los cuales todos los hijos del iniciador del idioma, el Dr. Zamenhof, el magnífico escritor Israel Lejzerovicz, o el joven Petr Ginz, del que hablé en otro artículo.

Desgraciadamente, la persecución contra los esperantistas no acabó aquí. Poco después comenzó la represión en otro lugar, quizás paradójicamente. En 1938 se prohibían las asociaciones esperantistas en la Unión Soviética, y eran detenidos los principales dirigentes de la Unión Esperantista Soviética. Varios de ellos, con su secretario general Ernst Drezen al frente, fueron fusilados.

En este caso la explicación es más sorprendente, no en vano el esperanto había florecido de forma extraordinaria al comienzo de la Revolución Rusa, e incluso en algunos países se le había llegado a acusar de ser una lengua de comunistas. Sin embargo, el régimen estalinista, que había comenzado poco antes sus Grandes Purgas y que estaba usando el nacionalismo ruso como forma de cohesión social, no podía permitir la existencia de un movimiento organizado básicamente internacionalista y con amplios contactos en el exterior. Así que la acusación de ser una lengua de "cosmopolitas y espías" no tardó en llegar.

La represión fue brutal, y sólo después de la muerte de Stalin, y aun así con muchas cautelas, pudo el esperanto volver a organizarse en la Unión Soviética y en los países del bloque del este.

Las persecuciones del esperanto no se limitaron sólo a estos dos regímenes, aunque fue allí donde la brutalidad fue mayor. Otros casos en que las autoridades impidieron el desarrollo de actividades esperantistas incluyen la época del macartismo en Estados Unidos. Incluso en España el esperanto no fue muy bien considerado durante la inmediata posguerra civil, aunque sin llegar a los extremos descritos, dado que en la composición del movimiento esperantista de los años 30 predominaban algunas de las fuerzas derrotadas en la contienda (sobre esto contaré con más detalle alguno de estos días).

Existe un magnífico libro del historiador Ulrich Lins, titulado precisamente "La lengua peligrosa" (traducido recientemente al lituano, y antes al alemán, ruso y japonés, pero por desgracia no al castellano), que cuenta con detalle esta página negra de la historia. Seguramente cuando enemigos tan poderosos fueron capaces de intentar aniquilar un idioma internacional, es porque sabían que era algo más que un idioma.
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