4.9.08
Un libro de un periodista, que los periodistas ignoran
¿Por qué los medios de comunicación están boicoteando el libro de un periodista?
Hace ya varios meses que se editó la obra “La razón estrangulada”, de Carlos Elías. El libro es riguroso, el autor es un periodista reconocido, actualmente es profesor en la Universidad Carlos III, y la editorial (“Debate”) es prestigiosa. ¿Por qué apenas he encontrado una entrevista con el autor en “Público” y dos breves reseñas en otro par de medios?
La razón es que Elías analiza el declive actual de la ciencia, o para ser más precisos, de la imagen social de la ciencia, y lo achaca sobre todo a la influencia de los medios de comunicación. La prensa, pero principalmente los medios audiovisuales, transmiten una imagen completamente distorsionada de la investigación científica, del carácter de los científicos, de la importancia relativa de los nuevos descubrimientos. No se trata de la presentación de los periodistas dedicados a la información científica o tecnológica en los periódicos, que suelen encontrarse entre los más rigurosos en todo el periódico (a pesar de que puedan cometer numerosos errores, por la naturaleza de la información que manejan). Tampoco se trata de un problema de la información científica concreta.
Se trata sobre todo de algo más sutil: los medios no saben distinguir entre teorías y resultados experimentales, no conocen nociones como incertidumbre de medida, revisión por pares, comprobación o falsabilidad. Y en parte por una razón muy comprensible: ellos tienen otra prioridad y otra manera de trabajo, cuya interacción con la ciencia es difícil. A veces yo comparo la divulgación científica con la justicia militar o el consumo responsable: son un oxímoron necesario.
Estamos en el mundo de la imagen, la información rápida, el dato pasajero, lugares donde la ciencia no puede progresar socialmente. Puede hacerlo en su gueto, claro está, y nadie puede negar que allí se desenvuelve bien, obtiene buenos resultados, ha creado una sociedad peculiar, donde cada individuo dispone del prestigio que le da su trabajo, su esfuerzo o su genio (o su habilidad para la autopromoción). Pero es en la comunicación exterior donde todo falla. En la sociedad general ni se entiende ni se aprecia intelectualmente el resultado. No digo que no se aprecie en la teoría, porque es cierto que cualquier opinión que se vista de científica se considera mejor en el debate público. Pero luego el medio de comunicación o el ciudadano se guiarán en realidad por pseudociencias, explicaciones paranormales, dictados religiosos, en lugar de por datos científicos u opiniones bien fundadas. Y – esta es una conclusión mía, no del autor – ello es peor para la sociedad que para la ciencia, porque los resultados para esta sociedad puede ser mucho más graves de lo que se supone.
Estoy tan de acuerdo con casi todo lo que dice, que me atrevo a decir que es el libro que yo habría querido escribir desde hace tiempo, pero no hubiera podido. Carlos Elías puede, porque conoce los dos lados de la barrera: es químico y periodista. Ejerció como químico, publicó y dio clases en un instituto, y luego se pasó al periodismo, donde ha ejercido como responsable de la información científica en “El Mundo”, y luego como profesor en la Facultad de Periodismo de la Universidad Carlos III. Escribe claro y fluido, como un periodista, da referencias precisas, como un académico, y establece hipótesis y busca pruebas, como un científico.
No sólo estoy de acuerdo con lo que plantea Elías, sino que, es más, él desarrolla temas que yo mismo había pensado más de una vez. Él lo hace con más claridad, y con datos. Como ejemplo, me voy a permitir añadir unas consideraciones a tres de los temas que él comenta.
1. La visión de las ciencias en la cultura popular
Decía antes que las personas de letras no deberían sentirse atacadas. Y añado ahora que esto es así especialmente en el caso de los periodistas. Se ve en el libro un aprecio por su labor, complementado con un lamento por el hecho de que en su formación esté completamente ausente la ciencia. Aunque sea como ejemplo, creo que si los estudiantes de periodismo estudiasen un poco de matemática o de física sabrían como traducir los números cuando reciben un despacho de una agencia anglosajona.
Pero es en el caso de la ficción donde el problema es más evidente y más agudo. Para nadie es un descubrimiento el hacer notar que cuando en una película o serie de televisión aparece un científico o un matemático, casi siempre es un excéntrico, está loco o es un malvado. Elías lo ilustra con numerosos ejemplos y apunta acertadamente que incluso cuando el autor quiere que no aparezca con características negativas, se puede concluir que es aburrido y no tiene vida privada. En una serie de periodistas, todo el mundo se lía con todo el mundo. En una de científicos, sólo se dedican a ver quién es el asesino. No es el mejor incentivo cuando un estudiante se plantea qué carrera estudiar.
Voy a hacer una pequeña prueba para ver si ese estereotipo de científico serio y aburrido es más fuerte que la realidad. Dentro de un par de meses se estrenará la nueva versión de la película “The Day the Earth Stood Still”, con Keanu Reeves y Jennifer Connelly. Contaba el astrónomo Seth Shostak, que ha actuado como asesor científico, que, cuando revisó el guion, en el momento cumbre en que descubren que un objeto se dirige a la Tierra, el texto original representaba a los científicos dando inmediatamente datos fríos y estableciendo hipótesis. Según su experiencia, un científico diría en la realidad algo así como “Mira, ese pedrusco viene directo pa’cá”, y sugirió que humanizaran el diálogo. ¿Le habrán hecho caso los guionistas o habrá triunfado el estereotipo?
2. Necrológicas como indicador de importancia cultural
Se dice a veces que la longitud, la posición y la calidad de un artículo necrológico en un periódico es un buen indicador de la importancia que el medio da al personaje. Elías menciona este hecho en su libro y considera algún ejemplo.
Yo lo tenía claro desde octubre de 1984. El día 21 de ese mes falleció François Truffaut. Las personas de mediana edad saben perfectamente quién fue: uno de los más carismáticos directores de cine franceses, uno de los teorizadores y principales representantes de la Nouvelle Vague.
Al día siguiente “El País” le dedicaba parte de la portada, y tres artículos amplios, que ocupaban, creo recordar, tres páginas. El día posterior todavía se le dedicaban tres artículos más.
El día anterior, 20, había fallecido Paul Dirac. Quizás, y eso sería la mejor prueba de lo que estoy diciendo, muchos no conozcan quién fue Dirac. Se trata de uno de los físicos más brillantes de toda la historia. Su contribución más conocida, y no la única, la que debería haber hecho que toda persona culta conociera su nombre, es que fue la persona que inventó la antimateria. Y digo “inventar” porque no se trató de un descubrimiento de laboratorio. Descubrió su existencia a partir de la elaboración de un modelo teórico, cuando se dio cuenta de que su teoría funcionaba también para partículas que tuvieran algunas características cambiadas frente a las conocidas. Su golpe de genialidad, simplificando un poco, fue pensar qué pasaría si se tomase el valor negativo al hacer la raíz cuadrada. Sólo unos años después se descubrieron las partículas. No se puede realzar lo suficiente el descubrimiento de Dirac. Incluso en la cultura popular, cuánto juego ha dado la antimateria. Pero es que tecnológicamente, en medicina y muchos otros campos la antimateria se emplea ya de forma cotidiana.
Y ese es sólo uno de los méritos de Dirac. Se cuentan cientos de anécdotas sobre su brillantez. No hay más que decir que aún hoy es la segunda persona más joven en haber recibido el Premio Nobel, a los 31 años. Pero es que además se puede decir que era un artista, cuyo arte eran las matemáticas: es característica su frase de que lo más importante de una teoría científica es que sea bella.
Pues bien, como decía, Paul Dirac falleció el 20 de octubre de 1984. La noticia el “El País” apareció el día 24, y se limitaba a un párrafo. Es verdad que dos semanas después aparecía un segundo artículo, bastante soso, por cierto.
Pero la desproporción es tan colosal, que incluso una carta al director de un lector lo hacía notar unos días después.
No voy a despreciar la contribución cultural de Truffaut. Yo mismo recuerdo varias de sus películas, aunque me da la impresión de que ya ha pasado su tiempo, y que las nuevas generaciones no le conocen; sus filmes se emiten en horas o lugares de cinéfilos. Sin embargo, la ecuación de Dirac se recordará dentro de muchos, muchos años, incluso cuando la gente no recuerde ni lo que era el cine, y mucho menos el cine francés de los 70.
3. El factor fama
Hay otro punto que Elías menciona, y sobre el que yo también había reflexionado. Se trata de la razón por la que tantos estudiantes deciden estudiar periodismo, en vez de, por ejemplo, carreras de ciencias.
Hay una razón evidente: la mayor facilidad de los estudios. Elías lo describe en uno de los apartados más duros de su libro, cuando cuantifica la diferencia entre el esfuerzo que le llevó terminar sus dos carreras: Química es 23 veces más difícil que Periodismo, considerando no sólo las horas de estudio, de prácticas, el esfuerzo durante las clases y las notas obtenidas. Digo que es duro, porque cuando uno echa la vista atrás, y ve el trabajo dedicado, para que al final el diploma valga lo mismo, uno se plantea qué aconsejar a los estudiantes actuales.
Pero hay un segundo factor más interesante, que explica por qué también los alumnos brillantes eligen Periodismo. Se trata del factor fama, que ya hace unos cuantos años contaron Mercedes Odina (también periodista) y Gabriel Halevi. Ser famoso conlleva un importante conjunto de ventajas, no sólo materiales, y trabajar en un medio de comunicación es una buena forma de llegar a serlo.
Una de las ventajas, por poner un ejemplo llamativo, es encontrar pareja poderosa. En Francia hay varios casos de líderes políticos emparejados o con relación cercana a periodistas (Hollande, Kouchner, Strauss-Kahn, Borloo, incluso, según se decía, Sarkozy). En España se conoce el caso de Rodrigo Rato. Y, sobre todo, España es el mejor ejemplo de cómo una periodista puede encontrar su príncipe azul, en sentido literal.
Recuerdo haberme preguntado cómo aumentaría la matrícula en periodismo tras el compromiso de los príncipes españoles, y ahora Carlos Elías da unos datos que incluso a mí me han sorprendido. Es lo que él llama el efecto Letizia.
Letras y ciencias
El libro puede dar la impresión, y así ha sido interpretado en algunos de los pocos blogs que lo han comentado, como una escaramuza más de la eterna guerra entre letras y ciencias. No lo creo así.
Elías no critica a las disciplinas de letras en general. De hecho, menciona en un par de ocasiones a la filología o la historia, como dos disciplinas en las que se pueden alcanzar resultados rigurosos. Cito estas dos porque son dos temas que a mí particularmente me resultan interesantes (creo que les ocurre a muchas más personas de ciencias), y he tenido ocasión de encontrarme numerosos artículos y libros cuyo nivel es irreprochable. La metodología puede ser distinta de la que se usa en física, pero cuando se ve que el autor se ha pasado tanto tiempo en el archivo o en campo como un químico en los laboratorios, nadie va a negar el valor de las conclusiones.
En cualquier caso, insisto en que las personas de letras no deberían tomar este libro como un ataque a su disciplina. De hecho, todos los que lamentamos la batalla de las dos culturas es porque pensamos ¡que no hay dos culturas! Yo mismo que, como se habrá adivinado ya a estas alturas, he estudiado ciencias, bromeo a veces en que soy de letras.
El problema lo tiene Elías, lo tengo yo, y lo tienen casi todas las personas inclinadas a las ciencias, con esas disciplinas donde uno nunca tiene claro si le están dando gato por liebre. Psicología, pedagogía, crítica, alguna corriente de la filosofía moderna. En este sentido, el asunto Sokal ha sido un punto de inflexión. Lo importante no es que Sokal haya acrecentado la desconfianza de los científicos hacia esas corrientes, sino, sobre todo, les ha dado el valor para criticarlas abiertamente.
En este tema, por cierto, se encuentra mi principal discrepancia con Elías. Él critica a varios filósofos de la ciencia, partidarios del relativismo filosófico. Yo no soy experto en este tema, pero tengo la sospecha de que malinterpreta a Popper. A Popper se le puede criticar y yo mismo lo he hecho en otra entrada, pero creo que es erróneo incluirle en el mismo saco que Kuhn o Feyerabend.
Por otra parte, Elías no se priva en criticar a los propios científicos de gran parte de los males por él mencionados. Su crítica al la dictadura de “Nature” y “Science” han sido una revelación para mí, y merece su propio comentario. Y el desinterés de los científicos españoles por la divulgación es algo que también yo considero desgraciado.
Conclusión
Para terminar, diré que yo soy más optimista que el autor. Creo que hay un importante interés por la ciencia en la sociedad, mucho más del que reflejan los medios de comunicación. Si uno se acerca a una Feria de la Ciencia, se ve que se llena. Los museos de ciencias suelen estar muy concurridos. Yo he visto atascos un sábado por la mañana en la Ciudad Universitaria de Madrid cuando se ha convocado un Concurso de Matemáticas para jóvenes.
Pero a la vez el optimismo se desvanece cuando uno ve que la cola más grande en la Feria del Libro se encuentra en la caseta de Íker Jiménez, o que los libros de Punset se consideran científicos. Es como si hubiese dos sociedades aparte, que no se comunican entre sí. Y que los medios se vuelcan sólo en una de ellas.
Si ello continúa así, vamos a tener unos cuantos problemas. Por un lado, si continúa disminuyendo de esta manera el número de estudiantes de ciencias, este país va a seguir teniendo un serio problema de desarrollo tecnológico. Pero también, si sigue sin entenderse la naturaleza de la ciencia, la sociedad va a ser incapaz de controlar el desarrollo científico cuando éste no responda a necesidades sociales evidentes: por poner un ejemplo, se puede (se debe) poner pegas a la energía nuclear o a los organismos modificados genéticamente, pero hay que conocer antes los verdaderos pros y contras de ambas tecnologías, y no fiarse de meras intuiciones o eslóganes.
Y, finalmente, si continúa esta ignorancia, una importante parte de la sociedad se está perdiendo una fuente de placer y conocimiento fundamental.
En definitiva, recomiendo encarecidamente el libro. Se lee muy bien, y el tema que trata es de la mayor importancia para la sociedad. No se merece el vacío que se le está haciendo.
Versión (reducida) en esperanto
Por ejemplo, habla y habla del problema de los periodistas científicos y, después, dice que los periodistas científicos españoles están muy bien preparados.
2) Es un paranoico, que ve causas del declive de la ciencia por todas partes. En Nature, en Science, en Popper, en Kuhn, en la serie Aída, en Harry Potter, en La Guerra de las Galaxias, en los periodistas, en los rectores de letras, en la televisión, en la LOGSE... Apenas ofrece apoyo a todo esto.
Por ejemplo, llama a los científicos sociales unos resentidos y que se cubren unos a otros las miserias. ¿Alguna prueba? Ninguna.
3) Olvida las reglas básicas del método científico: una teoría ha de explicar los datos y ha de desbancar a explicaciones alternativas. Parece no plantearse interpretaciones alternativas a lo que cuenta y, menos aún, indica por qué las otras razones que pudiéramos pensar no son acertadas.
Por ejemplo, cuando critica un libro de Punset, dice que los errores se deben a que Punset es de letras. No es que Punset es dejado, despistado o incapaz. No. Es que los de letras no pueden entender... evolución humana. Y jamás argumenta por qué un matemático es más capaz de captar la paleontología que un psicólogo, por ejemplo.
4) No, no entiende nada de filosofía. Alguien le ha explicado mal la filosofía de la ciencia y no se ha molestado en leer a los autores originales o a algún buen divulgador.
Estoy totalmente de acuerdo con la reseña que se ha hecho en este blog. A mí el libro me ha parecido brillante y, de hecho, lo estoy releyendo sin, por cierto, encontrar las supuestas contradicciones a que alude Topo.
El libro me ha enganchado y, de hecho, pierdo el tiempo en buscar más cosas sobre él. Poco más se puede añadir aquí. Ya he dicutido con Topo cómo sus impresiones son la prueba más palpable del resentimiento de la gente de letras (él es de psicología) frente a los de ciencias y, sobre todo, frente a los que defienden las ciencias.
Yo soy profesor univeristario de ciencias y tb creo que el libro no está teniendo la repercusión que debería, sobre todo, entre las facultades de ciencias españolas donde, a mi juicio, debería ser de obligada lectura.
Yo supe de este libro leyendo de casualidad, mientras estaba de viaje de trabajo, el suplemento literario de La Opinión de Málaga (21 de junio de 2008) cuyo crítico, José Vicente Rodríguez, señalaba:
"La razón estrangulada es un libro de caza mayor, y gana altura cuando arremete contra todo un paradigma que ha entronizado la cultura de letras por encima de la de ciencias". La crítica, que ocupa una página, puede leerse aún en el archivo de ese periódico en la web.
Me impactó esa crítica.
Es verdad que para lo bueno que es el libro, ha tenido poca repercusión mediática. Pero perfiero pensar que también puede deberse a que casi acaba de salir.
Leí una entrevista muy simpatica en El Mundo (un domingo de julio) que se titulaba "La razón estrangulada por el profesor chiflado". (Ya está liberada y se puede leer por internet)
Y en los blogs, he visto que los dos anónimos que citas, lo medio critican (uno más que otro); pero los blogs que dan la cara (es decir, los bloggers valientes) lo alaban, como, por ejemplo, éste o el blog del profesor de la Universidad de Sevilla Alfredo Oliva que también he encontrado hoy.
Que Topo Universitario, que se define como profesor universitario en su blog, escriba aquí que Carlos Elías es un paranoico indica sólo dos cosas. O que es un enemigo personal de Elías, que usa el anonimato de la red para ajustar unas cuentas intelectuales (o de otro tipo) porque no se atreve cara a cara; o lo que es peor: que no conoce a Elías, pero encuentra tanta razón en el libro que intenta hacer lo posible por combatirlo para que no llegue a la sociedad. Comportamiento este último muy habitual que históricamente se ha dado entre los mediocres de la universidad española. Es decir, la envidia, que muerde pero no come, como decía Quevedo.
Estas actitudes son una prueba que exlican mejor el declive de la universidad española, que el libro del propio Elías.
Pero yo espero que, con los meses, el libro tenga una mayor repercusión. En mi departamento hoy hemos hablado del libro. Y, si te fijas, la mayoría de los que intervienen en los blogs defienden el libro y poco a poco va calando.
El hecho de que despierte estas pasiones encontradas es la mejor prueba de que merece ser leído.
Y sí, considero que Elías es un paranoico, que ves fantasmas atacando a la ciencia por todas partes. Considerar que un rector de letras está dispuesto a atacar la ciencia, porque le supera, es de enfermos. Considerar que una serie de televisión va a dañar la ciencia, es de locos. Considerar que un matemático, por el hecho de ser matemático, está más capacitado que un sociólogo para entender de genética, es de locos. Considerar que los científicos sociales son (somos) unos resentidos, sin aportar pruebas al respecto, es de locos.
El mérito del libro de Elías no es exponer con brillantez una tesis, sino escribir lo que muchos querían leer.
Topo, aunque creo que ya he dado mi opinión arriba, te comento los cuatro puntos que mencionas:
1) Yo no veo esas contradicciones. No me parece que él critique a los periodistas científicos. Es más bien la ausencia de periodistas científicos lo que nos debe preocupar.
2) Bueno, es que la crisis de la ciencia tiene muchas causas. Él se centra en la mayor en su opinión, la cultura mediática. Y luego critica otras, precisamente porque no todo se le puede echar la culpa a ella. Me parece perfectamente correcto.
3) Veo una contradicción con tu afirmación anterior: dices que echa la culpa a todo, y luego planteas que él no ve posibilidades alternativas.
La crítica a Punset es correcta: el problema no es que Punset sea "de letras"; es más, es estupendo que la gente de letras hable de ciencias, y yo abogo por ello, y creo que Elías también. El problema es que Punset aborda temas de ciencias sin el método y el bagaje que la ciencia da.
El que la gente lo considere como un ejemplo de científico (algunos casos se pueden ver aquí) me recuerda a una encuesta de hace tiempo en la que se preguntaba por la mejor música clásica y ganó Richard Clayderman.
4) Sobre este asunto me temo que no puedo dar una opinión autorizada.
Darío, no te puedo contestar mucho :-)
Añado que el enlace al otro blog que comentas es: http://alfredo-reflexiones.blogspot.com/2008/08/la-razn-estrangulada-y-el-declive-de-la.html. Lamento no haberlo enlazado antes.
No es cierta la contradicción que señala Topo, respecto al periodismo. Ni las otras tampoco, pero quiero detenerme en ésta. Quizás el matiz pasa desapercibido para alguien de psicología, pero no para un periodista.
Elías habla de que los periodistas científicos en España están bien preparados, pero tb dice que son muy pocos. (Yo añado que no más de seis y todos trabajan en prensa).
El problema es que Topo confunde periodista científico con periodista que hace ciencia. Elías señala la diferencia entre periodista especializado en ciencia (periodista científico) que, además de licenciado en periodismo lo tiene que ser en una carrera de ciencias (como lo es él); y el periodista acostumbrado: aquel que cubre la ciencia porque le ha tocado y llega a acostubrarse. Pero como es de letras no es capaz de estudiar ciencias en la universidad para especializarse.
De los primeros tenemos en España muy pocos, casi todos del master de El País: Javier Sampedro (biólogo), Emilio de Benito (químico), Melén Ruiz de Elivra (ingeniera)y Rafa Méndez (farmacéutico). Y no hay muchos más. Estos no son licenciados en periodismo como Elías, sino que han hecho el master, pero pueden considerarse periodistas científicos porque en españa no hemos tenido el movimiento PUS del que habla Elías que sucedió en Inglaterra y que infiltraba licenciados en ciencias en los medios.
Todos éstos que he mencionado trabajan en El País. En el resto de los medios españoles (y después de que Elías se fuera de El Mundo) no hay periodistas científicos en el sentido anglosajón; sino periodistas de letras que cubren ciencia que es algo abismalmente distinto. A éstos se refiere Elías en su libro.
Elías aclara que si, además, esta gente ha estudiado el bachillerato español de letras (que es lo habitual en periodismo), es imposible que puedan hablar de ciencia con un mínimo criterio.
Pero los periodistas científicos verdaderos (como Javier Sampedro o Carlos Elías) están muy bien preparados y pueden llegar a saber mucha ciencia e, incluso, tener una visión global de ésta mejor que los propios científicos. Pero tienen el problema que señala Elías en su libro: no son reconocidos en sus medios, porque el periodismo científico es un área menor dentro del periodismo.
El libro de Elías trata, sobre todo, de cómo cubren la ciencia los periodistas de cultura de letras (que en la terminología periodística no serían periodistas científicos, sino generalistas que cubren ciencia circunstancialmente). Estos periodistas de letras cubren en 95%de la ciencia en prensa y el 100% en radio y televisión.
Lo mismo sucede con los guionistas de TV.
Tampoco estoy de acuerdo con Tonyo en su enfoque. Los periodistas sí estamos leyendo con mucho interés este libro porque nos ha abierto una visión nueva: el no divulgar bien la ciencia puede perjudicar al periodismo porque puede favorecer el pensamiento irracional y al periodismo no le interea eso, porque vive de la racionalidad.
Por lo demás, me parece que el debate que está abriendo el libro es magnífico
La identidad de Golem es un quiero y no puedo (la doy pero no la doy)como su reseña del libro.
Tú ers aún peor: estás escondido en tu madrigera de odio hacia Elías por dos cosas
1) Porque sabes que Elías tiene razón (de lo contario, no dedicarías tanto esfuerzo a insultarlo desde el anonimato, llamándolo loco y paranoico). Tu caso se asemeja al de la Iglesia con Galileo que relata Elías. Sólo que la Iglesia fue menos cobarde, aunque tb más dura.
2)Puede que seas de su departamento y, como buen representante de la mediocre universidad española, en lugar de hacer méritos propios, te dedicas a criticar desde el anonimato, no vaya a ser que estés equivocado y tu nombre quede enfangado. Esto ya lo decía Cajal de la universidad española que le negó la cátedra a él (se la dieron cuando ya no quedó más remedio) y a Ochoa.
También, por cierto, lo recoge muy bien Elías en su libro cuando cita los estudios y declaraciones de gente que ha machacado un trabajo brillante de investigación amparado en el anonimato de los revisores.
Por último, lo sano en psiquiatría (no sé si en psicología) es actuar en positivo. Es decir, promocionar una idea, libro, película o lo que sea que a uno le gusta. Cuando uno dedica tanto esfuezo a criticar lo que no le gusta, y es prácticamente el único, sólo caben dos posibilidades: enfermedad mental o fundamentalismo intelectual.
Yo tb pertenezco al club de los que les ha encantado el libro. Tengo una beca FPU y estoy a punto de terminar mi tesis en arqueología. Soy de COU de Ciencias, pero hice Historia y tengo premio extrardinario de licenciatura. Así que no sé si soy de letras o ciencias.
Lo que sí es cierto es que en la carrera de Historia eché en falta asignaturas de ciencias como químicas o física, sobre todo para especializades como arqueología, pero tb en geografía, según me decía una ex novia.
Tal vez no para todos, pero si yo hubiese querido elegirlas, no hubiera podido. Y ahí le doy la razón a Carlos Elías.
el libro me ha gustado mucho porque logra mezclar el rigor del científico puro, con el estilo agradable y divulgativo del periodista y, sobre todo, por la cantidad de datos y estudios que señala, lo cual tb nos dice que es un académico.
Creo que Topo no tiene razón en nada de lo que dice, aunque no sé si sus intereses son tan espúreos como señaña Darío.
Sólo por dar un ejemplo. Cuando Topo critica a Elías por la Guerra de las Galaxias. Elías dice textualmente:
"Así, mientras que Nathan Keyfitz considera que la Guerra de las Galaxias ofrece una imagen favorable de la ciencia y la tecnología, pese a que, según se queja, la tecnología está al servicio de la guerra (nota a pie n 12), Ben Bova pone precisamente la Guerra de las Galaxias como ejemplo de película anticientífica (nota a pie n. 13). Según su interpretación, cuando se habla en la película de "la Fuerza" se hace referencia a un campo de energía mística. En la lucha, el héroe prefiere la Fuerza a la tecnología, lo que implica que prefiere la magia al pensamiento racional (Elías, p. 108)".
Esto es todo lo que dice de la Guerra de la Galaxias y cualquiera que conozca la película le da la razón.
No creo que este párrafo sea de un paranoico, como señala Topo. Sino de un académico excelente que da las dos versiones y que en sus notas a pie de página (que están al final de libro, por si no se ha dado cuenta) identifica los trabajos.
Sólo en el capítulo dedicado al cine hay 40 notas a pie de paginas, lo cual le ha servido a una amiga (precisamente de comunicación audiovisual) para hacer media tesis. (Saludos a Susana desde aquí)
En mi opinón, ésta es la tónica general de uno de los mejores ensayos que he leído de autores españoles y que, efectivamente, debería tener más repercusión mediática para poder mejorar la educación y la universidad en España.
Sin embargo, tb pienso que hay magníficos trabajos que han tenido menos repercusión, lo cual le da razón otra vez a Elías cuando dice que un intelectual es aquel que tiene acceso a la cultura mediática.
Los que hemos estudiado carreras como esta, y hemos dicho a personas de carreras de letras que no nos daba tiempo a estudiar una asignatura a una semana del examen, nunca lo han entendido. En las ciencias, salvo algún caso puntual, no vale la empollada de última hora sin apenas dormir para intentar aprobar un examen, y tampoco sirve prepararse la mitad de la asignatura para ver si suena la flauta. En otras carreras sí vale porque casi siempre los temas son tan independientes que no importa el orden de estudio de estos. La solución no es hacer que las carreras de ciencias sean más fáciles, eso sería un error, pero sí hacerlas más accesibles al estudio eliminando, por ejemplo, los temas finales que siempre, por falta de tiempo, se dan mal y con prisas, lo que provoca que una vez aprobado tendamos a olvidar. Sería más efectivo exigir más con menos materia en vez de exigir mucha materia estudiada por encima y mal.
Luego está el tema motivación. Yo me he cansado de escuchar a los catedráticos que imparten clases decir que si de verdad queremos trabajar de químicos tenemos que hacer el doctorado, que el título de licenciado por sí solo no vale para nada. No tiene ni pies ni cabeza pero esa es la realidad. Todos sabemos que si de verdad queremos amortizar la carrera con un buen sueldo tenemos que dedicarnos al mundo comercial para empresas químicas, ya que si de verdad te dedicas a la química es muy probable que acabes de becario sin saber cuándo vas a ganar algo digno. Yo ya he desistido en lo de trabajar de químico y ahora me estoy buscando el futuro, con un trabajo y atesorando experiencia, en el mundo de la programación.
Y si a esto le añadimos la cantidad de profesores ineptos el problema se acrecienta. La universidad trata igual al buen profesor con el que se quiere matricular todo Dios (que hay unos cuanto así) que al profesor inútil y prepotente a cuyas clases sólo asisten cuatro gatos (de los que encontramos otro montón). Y no nos olvidemos de los profesores que pasan de informar sobre la biografía y sólo se puede aprobar con sus apuntes. Como faltes unos días te puedes encontrar muy perdido ¿A quién aconsejo yo estudiar química con la de horas que hay que dedicar a ello y el poco futuro que tiene? A nadie. Y sin olvidar que durante meses nos podemos tirar en la universidad cinco horas por la mañana, en las clases teóricas, y otras cuatro horas por la tarde, en las clases experimentales, y lo peor de todo, ya que los grupos se asigna por sorteo, es que esas clases experimentales pueden tocar justo el mes precedente al comienzo de los exámenes. Todo un despropósito. Al final aunque te entusiasme la química acabas odiando la universidad.
El año que yo entré en primero éramos unos 400 nuevos, de los cuales el 50% se fueron y en segundo éramos menos de mitad que el año anterior, y ahora en primer curso al año no entran ni 100 alumnos. El sacrificio de esta carrera no compensa y la gente se está dando cuenta.
¿Y qué opinan nuestros amigos y parejas? Pues hombre, todos, cuando hemos hablado sobre alguna asignatura concreta, hemos escuchado la pregunta de “¿y eso para qué sirve?”. Y el famoso “¿Cómo se ocurre meterte en eso?”. Y lo peor de todo es que a esta última pregunta ya hace tiempo que olvidaste cómo responder.
en la UNED estamos intentando poner nuestro granito de arena para paliar la separación que hay entre el periodismo y la ciencia; os invito a visitar la información sobre nuestro curso de periodismo y comunicación científica, del que soy director. http://www.fundacion.uned.es/cursos/ciencia-ingenieria/modular/periodismo-cientifico/
Un saludo a todos.
Esto lo comentaba con una compañera el otro día. Nadie de letras es incapaz de entender el método utilizado en ciencias con un poco de dedicación, como que uno de ciencias puede aplicar métodos de las letras o de las ciencias sociales.
http://alfredo-reflexiones.blogspot.com/2008/09/de-nuevo-con-la-razn-estrangulada-o.html
Un saludo
Hacía falta un libro como éste en el panorama del ensayo español. Estoy harto de gente de ciencias sociales que hablan de la "Mecánica Cuantica" como la única teoría valida en la Física actual.
La usan además la Física Cuantica para justificar la validez de lo inexplicable, de lo mágico.
Es un hecho la regresión en las carreras de Ciencias. La Facultad de Física de Córdoba entera tiene menos alumnos que un grupo de primero de ingeniería.
Al actual Defensor del Lector de El País, Jose Miguel Larraya, estoy harto de enviarle observaciones sobre errores cientificos en el diario de referencia y ni me contesta.
http://otracordobaesposible.wordpress.com/
Muy bien escrito, mejor argumentado, toca muchos palos y es entretenido. En lo que pueda servir mi humilde opinión, lo recomiendo encarecidamente. Deberíamos leerlo todos los que nos dedicamos a docencia o investigación.
Los responsables de medios de comunicación no tienen ni los minimos conceptos cientificos y no digamos la clase política.
es un libro de los que 'hay que leer' te encante o no estés de acuerdo por que plantea 'de lo que realmente hay que hablar'.
http://libroblanco.com
El estudio me resultó interesante, pero creo que puede soportar algunas críticas. A mí me resultó demasiado "meticuloso", explicando con cuidado y paciencia todo su contenido. Esto es positivo porque permite que el libro sea accesible para cualquier persona, y además refuerza sus argumentos. No obstante, puede que el lector a veces se sienta algo aburrido, aunque cuando termine la obra, sin duda tendrá muy claras las ideas que se transmiten.
A un lado de este detalle, sí me parece importante la concepción de Ciencia, y del científico que tiene Carlos Elías. Yo no tengo claro si Popper,o Feyerabend, son resentidos o si sus teorías carecen de interés, pero sí que creo que no hay nada absoluto, ni siquiera la Ciencia. La Ciencia es un conocimiento que nos sirve para entender la realidad que nos rodea, o a nosotros mismos, dándonos claves a su vez para resolver distintas cuestiones. Cierto.Pero no constituye un conocimiento inmutable y eterno. Verdadero y coherente, sí. ¿Contrastable? Sí. "Ha triunfado" por proporcionar sensación de estabilidad, de que existe una verdad absoluta tras la realidad cambiante, pero su gran dificultad será que ya no puede proporcionar certezas sino probabilidades. La Ciencia es un conocimiento necesario y fundamental, pero no inmutable o eterno. Esa es mi postura. Y en cuanto al científico: me parece que en ocasiones se hace "publicidad", revistiendo al científico de un halo de grandeza, ya que puede aspirar a la inmortalidad. Las ciencias naturales son la base de nuestra cultura, y no necesitan que el científico pretenda ser recordado por siempre ( algo que me parece absurdo, con perdón) para sentirse atraído por ellas.
Otro aspecto que no me pareció lícito, es la diferencia entre ciencias naturales, sociales, humanidades, etc. Para mí el conocimiento es un conjunto. Yo haría una distinción principal entre conocimiento irracional, y conocimiento racional( en realidad el único que merece ser llamado conocimiento), que también puede llamarse Filosofía. Dentro de la misma se han ido desgranando otras doctrinas hijas: las ciencias y las humanidades. Esto supongo que no es nuevo, pero entiendo que la Ciencia es "hermana"(hermana mayor) de las otros ámbitos, y es una soberana estupidez hacer diferencias y competencias. Todo es parte la da Filosofía. Creo que, o ya no se llaman las cosas por su nombre, o hemos perdido el norte con tanta gramática. Es vergonzoso que un alumno sea "discriminado" por sentirse atraído por alguna rama del conocimiento. Esto pasa no sólo indirectamente, sino directamente. Es una bofetada a la libertad y al respeto, y esto, como indica Elías, sucede en los centros.
Por último, según el autor la Ciencia ha sido culpada de los males de la sociedad. Esto me parece realmente absurdo.La Ciencia investiga. Precisamente la sociedad (no ya filósofos o "gente de letras") es a que dirige y saca partido de este conocimiento.Por tanto el culpable es la ideología de la sociedad en su conjunto. Para terminar diré que estoy de acuerdo con Carlos Elías y su trabajo es digno de admiración. Además me ha dado ánimos a seguir estudiando (no por que vaya a lograr la inmortalidad, u otras metas o retos, ni nada comparable, sino por que es una bonita forma de levantarme cada día y disfrutar del conocimiento, razón de más para vivir), y a tener esperanza en que aún existen muchas personas que apuestan por la coherencia y la crítica. Desde Tenerife, felicito humildemente esta labor.
Muchas gracias por darme la oportunidad de expresar mi opinión, sea aceptable o no, ya que la sociedad y sus cambios, están promovidas por todos y cada uno de nosotros, ya seamos científicos, humanistas, artistas, o analfabetos.
Estoy preparando un nuevo texto sobre el mismo tema, pero con un matiz diferente: creo que estamos asistiendo a un renacimiento del interés por la ciencia. Permanezcan atentos a su blog.
Sorprende el resentimiento injustificado y nada razonado de algunos como topo universitario contra Elías. Debe ser algún enemigo declarado que no se atreve a dar la cara y que está envidioso.
Es curioso lo duro que es el autor contra las ciencias sociales. Por eso me alegro de que sea catedrático y se haya acreditado por ciencas sociales según acabo de comprobrar en la web de su universidad.
Como en la solapa del libro pone que es titular y en la web que es catedrático; esto quiere decir que la universidad española hay esperanza y que se puede ser crítico.
Enhorabuena por el post, enhorabuena por seleccionar un libro tan interesante y, sobre todo, me he sentido feliz: creo que hay esperanza de que la universidad española no muera en las envidias anónimas y soterradas como las que representa este que se hace llamar Topo Universitario.
<< Volver a la portada