2.12.08
Arqueología al servicio del nacionalismo
Todo nacionalismo necesita tradiciones, y a menudo tradiciones inventadas, de acuerdo con el título del famoso libro editado por Hobsbawm y Ranger. Esta invención puede tener una base real, es decir, las nuevas tradiciones proceden de la recreación, maquillaje, depuración y oficialización de antiguas costumbres de un grupo que se considera representativo. Pero también se las puede crear de nuevo, y si es necesario, se las falsifica. El citado libro contiene ejemplos de ambos tipos, y entre los últimos, quizás ninguno es tan curioso como el descubrimiento de que las faldas escocesas y los tartanes de los clanes, que tanto se asocian con lo escocés, son invenciones procedentes del ejército británico en los siglos 18 y 19 (ya se sabía de antes que el nacionalismo escocés posee otra embarazosa falsificación, el poema de Ossian, lo que ya constituye un récord)
Las falsificaciones más habituales se relacionan con libros y documentos (los Plomos del Sacromonte, los Protocolos de los Sabio de Sión, etc), pero también la arqueología pétrea puede valer. Es más trabajosa y más arriesgada, pero proporciona rendimientos mayores. En España tenemos un destacado ejemplo, que tanto contribuyó al desarrollo del impulso patriótico cuando hizo falta frente al enemigo de otra religión: el descubrimiento de la tumba de Santiago.
Este conocido fraude, que todavía hoy arrastra a tanta gente por los caminos (a los que hemos paseado por el campo castellano en los mediodías de verano no nos extraña que haya quien experimente visiones o experiencias espirituales), lo relaciono con el nacionalismo, un fenómeno muy posterior, no por capricho, sino porque veo a ambos fenómenos, patriotismo y religión popular, como dos manifestaciones de un mismo concepto, el grupalismo. Ambos están también relacionados en otro conocido fraude, la aparición de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego, una invención que permitió unir el patriotismo mejicano y el tradicionalismo católico y que se describe en esta página (que tengo traducida al esperanto en esta web).
El uso de los fraudes religiosos y las reliquias para legitimar el nacionalismo o el localismo no es ahora tan común en las sociedades occidentales, pero no olvidemos algún caso en España todavía en el siglo pasado, o el uso por el nacionalismo vasco de las apariciones de Ezkioga en 1931, frente a los nuevos usos republicanos. Y tampoco olvidemos que algunas falsificaciones pueden tener consecuencias incluso hoy: no se podría explicar la existencia del Vaticano sin recordar la falsa “Donación de Constantino”.
Los modernos patriotismos no necesitan tanto de la religión, y en una sociedad laica, la historia y la arqueología pueden asumir este papel para justificar la tendencia a la diferencia. Así que no me ha extrañado nada el episodio que ahora se ha descubierto en el País Vasco: que un descubrimiento arqueológico que se difundió a bombo y platillo, y que sirvió para justificar la antigüedad de la lengua vasca en un territorio definido, se haya convertido en una falsificación embarazosa.
Vascos y vascones
El fondo del asunto, a lo que he visto, tiene que ver con la antigüedad del poblamiento de las actuales provincias vascongadas por los vascones, y la tradición de la lengua vasca en ese territorio. Es un tema que me parece muy interesante, como en general resulta intelectualmente atractivo todo lo relacionado con la prehistoria del poblamiento de la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos. Me consta que llama la atención incluso fuera de la Península, y he procurado resumirlo para mis lectores de fuera de la Península en mi blog en esperanto.
Por desgracia, he comprobado que de este interés intelectual es muy fácil construir deducciones en el vacío y llegar a conclusiones políticas o ideológicas. Un vistazo a la Red encuentra rápidamente textos con las interpretaciones más diversas, y tampoco parece que los especialistas se libren de la tendencia a efectuar tales saltos y a explicar el pasado pensando en el futuro.
Probablemente, por esta razón se encuentra tanto material, científico y popular, sobre los vascones, en comparación con otros pueblos que en aquel tiempo tuvieron más importancia. Porque si algo llama la atención en las monografías desapasionadas sobre historia antigua (ver, por ejemplo, “Los pueblos prerromanos de la Península Ibérica”, del profesor Manuel Salinas de Frías, un texto de divulgación que a mí me parece magnífico) es comprobar que los que ahora se consideran como antecesores de los vascos fueron un pueblo sin especial interés para los romanos, quizás porque, al contrario de lo que dice el mito, no se distinguieron por su afán de independencia y su resistencia a la conquista latina.
En cualquier caso, el fondo del asunto, el debate sobre la existencia o no de una vasconización tardía en el actual territorio de la Comunidad Autónoma del País Vasco, está explicado bastante bien en el correspondiente artículo de la Wikipedia, y a él me remito. Se trata de un asunto que sería muy interesante desde el punto de vista histórico y filológico, pero que está echado a perder por las implicaciones que tan a menudo se hacen sobre los derechos territoriales, las relaciones con España, los derechos de los emigrantes, el status de la lengua vasca o la situación política de Navarra.
Veleia
Así que no es de extrañar que cuando hace un par de años se descubrieron diversos materiales, con inscripciones en vasco y otros dibujos igualmente espectaculares, en el yacimiento de Veleia, en Iruña, cerca de Vitoria, se produjera una fuerte repercusión en medios políticos, mediáticos, intelectuales y populares vascos. Al fin y al cabo, se trataría de la definitiva refutación de la citada hipótesis de la vasconización tardía, y el destrone de La Rioja como el primer lugar donde aparecieron textos escritos en eusquera.
Ahora se ha descubierto que se trata de una falsificación. Los detalles se pueden seguir en la web Magonia, de Luis Alfonso Gámez, un periodista especializado en el reportaje sobre pseudociencias, fraudes, y actividades similares (suyo es el texto sobre Juan Diego, al que aludí anteriormente). Las noticias han saltado también a otros países (puede leerse una nota en The Guardian).
Los descubrimientos eran ya dudosos desde un principio, cuando se anunciaron a través de los medios de comunicación, y cuando se conoce la naturaleza del material: inscripciones de estilo egipcio, una cruz con la sigla RIP, en vez de INRI, palabras demasiado parecidas al eusquera actual, como si éste fuera el único idioma mundial que no ha evolucionado... Pero la posibilidad de justificar tradiciones antiguas cegó hasta a los más inteligentes.
Todavía no se conocen los detalles. Tampoco se puede asegurar que el fraude tenía motivos políticos. Es posible que no, y que se deba a celos o a enfrentamientos entre especialistas, o incluso a una gamberrada. Pero sí hubo motivos ideológicos, de diversas tendencias, en la utilización del descubrimiento. No faltaron atribuciones nacionalistas o localistas. Y algunos de quienes tuvieron dudas se las callaron para no involucrarse en un ambiente venenoso.
¿Será a partir de ahora el debate sobre naciones y patrias, sobre historia y lenguas, más racional y más pegado a los intereses de los habitantes actuales de esos territorios?
Por supuesto que no, la manipulación de la historia es un componente fundamental de cualquier localismo.
Efectivamente los nacionalismos se suelen arropar y nutrir de tradiciones reales o deformadas que sirven para intentar recrear artificiosamente una identidad social y grupal (más bien diría tribal)que someta a su particular arbitrio a la única identidad posible,que, a mi juicio, es la identidad personal.
Reducido así el pensamiento crítico individual e instaurado un nuevo ideario colectivo que controlan unos pocos será mucho más fácil dirigir y manipular a las gentes.
No obstante, y por ceñirme a alguno de los apuntes que haces en tu entrada, el tema de Iruña-Veleia aún está muy lejos de ser transparente.
Ya desde un principio, algunos especialistas(por ej. el señor Gorrotxategi)se mostraron reticentes y solicitaron que se actuara con suma prudencia y se evitara cualquier filtración a la prensa, ávida siempre de noticias sensacionalistas. Lamentablemente todo ello quedó en saco roto.
Sin embargo, habría que hilar muy fino para probar que tras estos descubrimientos exista un complot nacionalista, aunque es evidente que ciertos sectores hayan querido refugiarse al calor de esta coyuntura.
En cualquier caso me parece muy pobre que tras cuatro años de vivir a consta del erario público los expertos se limiten a argumentar que lo hallazgos son falsos porque las piezas estén unidas con pegamento o porque en una inscripción aparezca el nombre de Sócrates junto al de Descartes. Eso se ve a simple vista, vamos, digo yo.
De cualquier manera, desde mi experiencia como licenciado en filología (que no filólogo) reconozco que en muchas ocasiones la investigación arqueológica está condicionada por intereses políticos que poco tienen que ver con la asepsia y objetividad propia del conocimiento científico.
En ese sentido por ej. podríamos hablar largo y tendido sobre las circunstancias que han rodeado siempre a la investigación (más bien a la falta de investigación) sobre el ibero.
Por lo demás me parece muy arriesgado asociar e identificar únicamente a las tribus vasconas con lo que hoy entendemos como vascos, cuando la dialectología muestra claramente que caristios y várdulos también hicieron uso del idioma. Pero entiendo que ese no es el objeto de tu exposición.
Aprovecho en cualquier caso la ocasión para agradecerte el enorme trabajo que desarrollas en tu blog compartiendo tu visión de la realidad, con la cual se puede o no coincidir. Pero eso es lo de menos.
Mi "skuis" la novaĵon; estas interesaj komentoj priaj:
http://meneame.net/story/arqueologia-servicio-nacionalismo
De lo que no cabe duda es de la utilización de las instancias políticas, intelectuales y mediáticas. Viva lo local y la madre que me parió (o mejor la bisabuela).
Manuel, dankon!
Saludos,
Dibujando la Crisis
Janario
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